“Que los vehículos eléctricos son caros, que no conocemos de dónde viene su energía, que contaminan al ser producidos”, y muchas cosas más… Pero lo cierto es que los medios de transporte tradicionales con los que contamos hoy, desde los automóviles a los buses y otros, en su gran mayoría funcionan con combustibles fósiles y representan una porción importante del problema de las emisiones de carbono en nuestra atmósfera.

Según datos entregados por estudios de la trayectoria de la carbono neutralidad al 2050, un 45% será explicado por las transformaciones en el sector del trasporte, responsable de más del 30% de los trastornos asociados al cambio climático.

Por eso me gusta tanto la frase del título, porque tenemos que trabajar hasta lograr que la electromovilidad sea una realidad, pasando por facilitar el acceso en términos de disponibilidad y precio, pero también por proveer un sistema que soporte esta tecnología.

La electromovilidad no son solo los vehículos. Hay que fijar puntos de carga y estandarizar estas estaciones. ¿Las actuales bombas de gasolina y diesel se reconvertirán? ¿Será más conveniente tener electrolineras domésticas? Aún quedan muchas interrogantes. Incluso puede que las baterías logren tal autonomía que la carga no sea un tema. En China, por ejemplo, una empresa privada desarrolló otro modelo distinto, que ofrece el recambio de baterías en estaciones propias, lo cual se realiza en pocos minutos.

Quedan algo menos de tres décadas antes de llegar a la meta que nos hemos propuesto, esa que nos impone hacernos responsables de solucionar un problema que en gran medida creamos nosotros y nuestro sistema energético. Sería iluso pensar que en ese lapso no aparecerán nuevas tecnologías, además de la movilidad eléctrica, pero tenemos que impulsar y promover el cambio para las grandes mayorías en donde todos podamos ser parte de esta revolución.

El pasado ya ocurrió. El presente y el futuro lo construimos todos.

* Columna publicada originalmente en Chile Tecnológico de El Mercurio